El candidato de Morena saldrá de un cochinero

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El candidato de Morena al 24 saldrá de un cochinero. Los consejeros que avalarán la imposición de la “corcholata” que competirá por la presidencia de la república salieron de una elección marcada por el fraude. López Obrador ordenó al dirigente de su partido, Mario Delgado, prefabricar el resultado del proceso interno para tener consejeros dispuestos a acatar la orden que les den desde Palacio Nacional cuando llegue la hora de elegir al candidato o candidata. Se trata de que el Congreso Nacional de Morena reforme sus estatutos para que sólo a través de una encuesta manipulada desde la presidencia se defina quién es el favorito o la favorita de López Obrador para sucederlo. La elección interna de Morena fue un fiel reflejo de lo que es ese partido y una ominosa señal de lo que está dispuesto a hacer el gobierno para no perder el poder. Morena no merece el nombre de partido y tampoco de movimiento. Es una suma de hordas, sin disciplina, ni ideología, pagadas para que vayan a rellenar urnas a favor del candidato que les indiquen quienes los arrean. Eso que llaman movimiento opera como una banda de extorsionadores que han convertido a los pobres, a los adultos mayores y a las madres solteras en rehenes de un régimen que les reparte dinero para que lo sostengan en el poder. López Obrador calificó el proceso interno de Morena como uno de los más limpios de la historia. Lo dijo con esa cachaza que lo caracteriza sin voltear a ver las escenas humillantes de hombres y mujeres engañados que se golpeaban creyendo que estaban defendiendo un proceso democrático. A López no le interesan los derechos de sus militantes. No son seres humanos, es una masa que compra o contrata con recursos de la nación para aplastar electoralmente al contrario. Morena es el espejo de un solo hombre. Una entidad sometida a su voluntad. Es la institucionalidad de la personalidad de López Obrador: transa, violento, agandallador, fraudulento, mentiroso, dispuesto a usar y tirar militantes cuando así convenga a sus intereses políticos. Los métodos dictatoriales de AMLO lo llevan a dividir a los miembros de su partido para debilitarlos. Ahí está John Ackerman enfrentado a Epigmenio Ibarra, ambos disputándose dinero, poder y cercanía con el presidente. Y ahí está también el senador Ricardo Monreal, marginado de Morena porque es visto como un político con autonomía que puede poner en riesgo el proceso fraudulento para imponer a la “corcholata” favorita de Palacio. La oposición tendrá que sacar lecciones del cochinero que orquestó el partido en el poder contra sí mismo. Deja ver que el régimen se prepara para montar el fraude más grande y más burdo del que se tenga memoria en el 24. Y no solo eso. Se preparan para infiltrarse y sabotear el proceso interno que pueda elegir la oposición para elegir a su candidato. Prueba de ello es que López, en su “mañanera” ya adelantó la descalificación: “Prepárense a ver las elecciones del bloque conservador y si se las encargan al INE ahí son magos y especialistas de alto vuelos en fraudes electorales”. Lo que no dice López es que ese mismo INE avaló su triunfo en el 2018. ¿O acaso, señor presidente, es usted producto de un fraude? Lo que sí es cierto es que el proceso de Morena fue una estafa, un engaño a México y a su militancia. ¿Por qué sorprenderse? Es el sello de la casa.