Jair Bolsonaro minimizó la pandemia, decía que se curaba con métodos milagro, nunca quiso usar cubrebocas, estableció una alianza histórica con los militares, destruyó el medio ambiente, atacó sin cesar a los periodistas libres, persiguió a sus opositores, descalificó las elecciones a priori, descalificó la organización de las elecciones, dijo que si no ganaba era porque le hacían fraude y cuando no ganó, no fue capaz de reconocer su derrota electoral. Lula Da Silva llegó a la Presidencia en su tercer intento, tiene imagen de hombre cercano al pueblo, se considera un líder de la izquierda latinoamericana y ha estado salpicado de escándalos de corrupción. En Brasil no parece haber duda de que el Gobierno de Lula fue corrupto, no parece haber duda de que el partido de Lula es corrupto. La duda es si Lula supo de las corruptelas o si no se enteró. El escándalo internacional de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht está íntimamente ligado al movimiento político de Lula y su sucesora, Dilma Rousseff. PUBLICIDAD Ojalá México en el 2024 no enfrente la difícil disyuntiva de escoger entre dos perfiles tan tristes, con tal carga de desprestigio, con tantos resabios de lo peor de la política. Claro, si sigue siendo relevante ir a votar, si López Obrador no termina quedándose con el INE. SACIAMORBOS 1.- Oiga, Presidente, le respondí desde el primer día: yo no apuesto con tramposos. Su hijo Andrés opera para su Gobierno. Uno de sus mejores amigos es el nuevo jefe del SAT. Usted lo nombró. Su hijo se dedica a la política y quiere ser Presidente en el 2030. Es su heredero. Y usted lo sabe y lo avala. No se haga. No tiene nada de malo. Existen muchas dinastías en la política mexicana. En su partido y en los demás. Y no se preocupe, en unos añitos sabremos quién tuvo la razón.