El Fede Díaz

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Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo… Amigo, es la palabra precisa para definir cabalmente a Federico Díaz Gallego. El Fede, como lo conocían sus amigos, ejercía sin miramientos ese vínculo de afecto sincero y desprendido que se llama amistad. Era una costumbre que abriera de par en par las puertas su corazón y de su casa a sus amigos. Su mano, siempre estaba tendida para sus amigos, en los buenos momentos y en las épocas más desgraciadas. Ese era el Fede, un amigo generoso, desprendido, comprometido, sincero y leal; un gran conversador y un excelente compañero de viaje. La última vez que lo vimos fue el 31 de diciembre pasado, en una de esas convivencias memorables que, él y Norma, ofrecían gustosos a sus amigos en las navidades y fines de año. ¿Quién no recuerda los banquetes que ofrecía a sus amigos todos los jueves del verano en el rancho Japa de Tecate?, el rancho donde descansan las golondrinas en su viaje a San Juan Capistrano. Le gustaba disfrutar del mar, ver al infinito mar; compartir con sus seres queridos su refugio con esa preciosa vista al mar de su casa en Rosarito. Con que alegría y pasión disfrutaba los juegos de Los Águilas de Mexicali o de los Chargers de San Diego, desde luego, siempre acompañado de sus familiares y amigos. Federico Díaz fue un gran empresario y consejero distinguido de su alma mater, EL CETYS, con el que siempre estuvo comprometido y apoyó desinteresadamente; también fue muy generoso con la diócesis de Mexicali y algunos de sus amigos sacerdotes, Roberto Montaño, Roberto Alvarado y el Padre Daniel Godoy. Siempre hizo honor a su nombre: “aquel que impone paz”. ¿Cómo no se le va a extrañar a un amigo así? “Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido, la que ilumina el lugar, donde hay un niño dormido…”. “Apá les decía a dos personas, a dos de sus amigos queridos”: al ingeniero Blancas, que en paz descanse y al Negro Martínez Palomera y, sí, los quería como a sus ‘apás’. A esposa Norma Figueroa, “Altagracia”, le mandamos nuestro cariño y muy, muy, sentido pésame; igualmente, a sus hijos e hijas, hermano y hermanas, a sus cuñados Adalberto Silva, Memo Trejo y a todos los amigos que lo querían tanto. Mañana, a las 5 de la tarde, lo despediremos en la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe. Te vamos a extrañar Fede: “Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!”. “Cuando un amigo se va, galopando su destino, empieza el alma a vibrar, porque se llena de frío”.