Por Daphne Posadas El 2026 marcará una nueva edición de la Copa Mundial de Fútbol, un evento que por primera vez en la historia será organizado por tres países de manera conjunta: Estados Unidos, México y Canadá. Ayer se confirmó la configuración de los 12 grupos que competirán en este torneo ampliado a 48 selecciones, distribuidas entre 11 ciudades estadounidenses, tres mexicanas y dos canadienses. Las estimaciones económicas son contundentes: diferentes análisis proyectan entre 400 millones y 3,3 mil millones de dólares en actividad adicional para las economías anfitrionas. La magnitud del evento ha sido tal que reunió a los jefes de Estado de los tres países: Donald Trump, Claudia Sheinbaum y el primer ministro canadiense Mark Carney para la ceremonia del sorteo. Aunque las proyecciones se muestran prometedoras, es importante recordar que son solo eso, proyecciones, y como ha sucedido históricamente con otros megaeventos deportivos, muchas ciudades anfitrionas terminan gastando recursos públicos para adecuar infraestructura, ampliar transporte y reforzar seguridad. En la práctica, no siempre se cumplen las expectativas de afluencia ni de derrama económica. Por si fuera poco, resulta interesante también, pese a los beneficios económicos que el Mundial generará, estos mismos gobiernos han impulsado políticas públicas que desincentivan el turismo, ya sea mediante nuevos impuestos o regulaciones que encarecen la oferta de hospedaje. Mientras tanto, aquí en Atlanta, en los headquarters de FEE, seguimos con entusiasmo las designaciones: nuestra ciudad recibirá a los grupos H, A, C y K, que incluyen selecciones como México, Brasil, España y Portugal.