Por Mariana Campos El desabasto de medicamentos ha sido uno de los problemas más persistentes y dolorosos del sistema de salud en México durante los últimos años. Las causas son múltiples: cambios de modelo, fallas logísticas, compras mal planeadas, deuda con proveedores, fragmentación institucional. A pesar de los esfuerzos recientes por revertir este fenómeno, los testimonios de pacientes y personal médico siguen revelando huecos importantes. En este contexto, vale la pena voltear a ver casos internacionales que sí han logrado resolver el problema estructural del abasto. Uno de los más notables es Dinamarca. Este país nórdico ha construido un sistema que, sin ser perfecto, destaca incluso entre países desarrollados por su eficiencia, transparencia y digitalización. En mi opinión su efectividad radica en tres aspectos clave: 1) El bienestar del paciente está en el centro. Esto significa que el sistema se diseña y opera para evitar que el paciente sufra o sea afectado sin medicamento. Primero es el paciente y luego los prejuicios. Al tener un servicio profesional de carrera, su personal posee un amplio conocimiento institucional. 2) Hay un claro entendimiento de los roles que el gobierno y los privados deben desempeñar. Se entiende que el sector requiere de ambas partes y cada quién desempeña el rol que le corresponde, en el que destaca. 3) Hay un conocimiento profundo y estratégico del abasto de medicamentos. Es decir, se le entiende como un proceso sistémico, no como una serie de eventos fragmentados que dependen de la institución o de la ideología del líder político del momento. El abasto de medicamentos como un proceso sistémico A propósito de este último punto, a continuación expongo algunos de los pilares clave en materia de abasto de medicamentos en Dinamarca: Primero, la centralización inteligente. Esto permite aprovechar economías de escala, negociar mejores precios y reducir la corrupción. Existe una agencia pública, llamada Amgros, encargada de comprar todos los medicamentos hospitalarios mediante licitaciones abiertas. La decisión de qué comprar no está sujeta a ocurrencias políticas: responde a evaluaciones técnicas muy contundentes. Sin capitalismo de cuates. Las cinco regiones de Dinamarca se coordinan con Amgros y con los operadores logísticos para recibir las entregas en tiempo y forma, según las necesidades locales. La centralización inteligente significa que estas regiones no están ausentes; también participan en el sistema con sus prioridades y necesidades y apoyando en la coordinación. Segundo, la distribución está a cargo de empresas privadas especializadas. No es un campo para la improvisación porque requiere pericia. En lugar de saturar los hospitales con almacenes costosos de mantener y vigilar, el modelo danés funciona bajo un esquema “just-in-time”. Amgros coordina entregas cada 24 a 48 horas directamente en los hospitales, con apoyo de operadores logísticos privados y certificados que garantizan trazabilidad y cumplimiento. Esto reduce costos y evita caducidades innecesarias. Tercero, el rol de las farmacias privadas. En Dinamarca los pacientes surten sus recetas en farmacias privadas reguladas por el Estado. Esto disminuye los costos de distribuir medicamentos por parte del Estado y facilita el acceso al medicamento al paciente, ya que irá a la farmacia que le quede más cerca o que lo atienda mejor. Estas farmacias deben cumplir con reglas estrictas de ubicación, propiedad (sólo farmacéuticos certificados pueden operarlas) y el esquema de surtimiento está limitado por precios preestablecidos. El gobierno danés fija un precio de referencia por principio activo, y las farmacias están obligadas a ofrecer el medicamento genérico más barato disponible. Si el paciente desea otro más caro, puede pagar la diferencia. A esto se suma un sistema progresivo de subsidios: conforme una persona gasta más en medicamentos a lo largo del año, el Estado cubre un mayor porcentaje del costo. El resultado es un sistema justo, que protege a quienes más lo necesitan sin disparar el gasto público. Todo esto se apoya en una infraestructura digital robusta. La prescripción médica es 100% electrónica. Los médicos recetan por sustancia, no por marca, y las recetas están disponibles en línea en cualquier farmacia del país. Esto reduce errores, evita falsificaciones y permite un monitoreo nacional en tiempo real. México podría seguir el modelo de Dinamarca… ¿Puede México aspirar a algo similar? Sin duda, pero implica decisiones difíciles. Requiere que el gobierno entienda que un sistema eficiente requiere sí o sí una participación coordinada y efectiva entre autoridades y empresas. El gobierno no puede sustituir al sector privado, no tiene los incentivos para desarrollar las capacidades que se requieren y nos está saliendo caro el intento. Uno de los debates más relevantes en torno al abasto de medicamentos que debemos tener es sobre quién debe encargarse de su distribución: ¿el gobierno o las empresas privadas? La experiencia internacional y la evidencia comparada muestran que, en muchos contextos, el sector empresarial puede ser más efectivo que el gobierno en esta tarea, por varias razones. En primer lugar, las empresas privadas dedicadas a la distribución de medicamentos cuentan con un alto grado de especialización logística. Su razón de ser es garantizar que los medicamentos lleguen en tiempo y forma, por lo que invierten constantemente en mejorar sus procesos, capacitar a su personal y reducir los errores en toda la cadena de suministro. A esto se suma que ya disponen de infraestructura instalada, como centros de distribución, flotas especializadas y redes de entrega que cubren tanto zonas urbanas como rurales. El Estado, en cambio, tendría que construir desde cero esa capacidad, con los elevados costos que eso implica. Además, los operadores logísticos privados hacen un uso intensivo de tecnologías avanzadas que se renuevan contínuamente: plataformas de trazabilidad en tiempo real, cadenas de frío automatizadas y sistemas de gestión de inventario que permiten una administración mucho más precisa y eficiente. Esta inversión tecnológica mejora tanto la eficiencia operativa, como la transparencia del sistema. Mayor capacidad de respuesta ante cambios en la demanda o emergencias sanitarias: al estar sujetos a contratos por desempeño, las empresas, bien reguladas y vigiladas, tienen incentivos claros para cumplir en tiempo, con calidad y sin interrupciones. Los gobiernos en cambio no tienen la misma agilidad para tomar decisiones, están sujetos a múltiples regulaciones, auditorías y procesos de aprobación sujetos a los vaivenes políticos. Esto se exacerba en el caso mexicano, que además no cuenta con modelos de administración pública profesionalizados. Por ello, la especialización de los funcionarios es más escasa en nuestro contexto. Desde el punto de vista financiero, contratar a operadores logísticos puede resultar más eficiente para el Estado, ya que evita asumir los costos fijos de operar una red nacional de distribución. Este modelo permite al gobierno concentrarse en tareas estratégicas como la compra consolidada de medicamentos, la estricta regulación sanitaria y el monitoreo del cumplimiento de estándares. Cuando el gobierno asume la distribución se debilita la gobernanza, porque no hay otra figura que establezca los estándares ni vigile su cumplimiento. El propio gobierno pone sus estándares y verifica al mismo tiempo su cumplimiento, con lo cual fácilmente se convierte en un sistema menos competente. Un beneficio adicional de este esquema es que, al licitar los servicios entre varios proveedores, se promueve la competencia. Ello tiende a mejorar la calidad del servicio y a contener los costos. En el gobierno no existe esa competencia interna, por lo que es más difícil lograr mejoras continuas. Aunque ningún sistema está libre de riesgos, un modelo privado bien regulado puede minimizar ciertos problemas estructurales del sector público, como el robo hormiga, el uso político del abasto o la discrecionalidad en la asignación de recursos. Este enfoque ha sido llevado a la práctica por otros países Finalmente, este enfoque no es teórico. Países como Dinamarca, Suecia, los Países Bajos y Chile han demostrado que una combinación entre compras públicas centralizadas y distribución privada puede ser altamente efectiva. Estos modelos han logrado mejorar el acceso, reducir tiempos de entrega, contener costos y aumentar la transparencia del sistema. En suma, distribuir medicamentos de forma eficiente no depende exclusivamente de quién lo haga, sino de cómo se haga. Pero en contextos donde el Estado carece de capacidades logísticas robustas y recursos humanos especializados, recurrir al sector privado no solamente es viable: puede ser lo más efectivo y por ende responsable. Es imperante operar una agencia gubernamental de compras verdaderamente profesional. Ésta debe establecer los estándares de calidad que debe cumplir la red de proveedores y digitalizar por completo el ciclo de prescripción–compra–entrega. Además, se necesitan sistemas de certificación para funcionarios y operadores privados. Desde luego, esto requiere voluntad política sostenida, continuidad institucional y acuerdos con el sector privado bajo reglas claras y transparentes. Dinamarca nos enseña que es posible tener un sistema de abasto de medicamentos y que funcione, con fuerte presencia del Estado, pero también del sector privado. En México el gobierno lleva seis años improvisando a costa de la salud de los pacientes, vamos en el enésimo interno. Esto es inadmisible en un campo tan sensible. Es urgente implementar soluciones probadas. Es imperativo poner en marcha los instrumentos pertinentes para operar un modelo exitoso, que funcione todos los días, para todas las personas y, sobre todo, que ponga en el centro el derecho a la salud y a la vida antes que cualquier ideología.