Evaluación educativa y los efectos de la pandemia por COVID-19

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Por Ingrid García Pinzón y Laura Ortega Torres Subdirección de Investigación, Ceneval El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud reportó que en las dos semanas previas el número de casos de COVID-19 fuera de China se había multiplicado por 13, y el número de países afectados se había triplicado. En ese momento había más de 118 000 casos en 114 países, 4291 personas habían perdido la vida y miles de personas estaban luchando por la suya en los hospitales. Por estas razones, la organización expresó su preocupación por los niveles alarmantes de propagación y gravedad de la enfermedad y consideró al COVID-19 como una pandemia. A partir de esa fecha, el mundo cambió la dinámica de su vida cotidiana; la manera en que las personas se relacionaban con su entorno, trabajaban y estudiaban se vio afectada. Nuevas formas para aproximarse a las actividades diarias fueron implementadas, incluidos el acceso a la educación y su evaluación. En México y en otros países, las clases presenciales fueron canceladas. El gobierno mexicano y las instituciones educativas públicas y privadas realizaron esfuerzos importantes por continuar brindando educación a más de 38 millones de niños y adultos por medio de la oferta de educación a distancia, con el uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC). Esta forma de brindar a la población el acceso a la educación y a la evaluación educativa resaltó el papel fundamental de la disposición de estas tecnologías; sin embargo, también nos hizo voltear la mirada a las habilidades, tanto tecnológicas como personales, requeridas por los estudiantes y los docentes con respecto a estas nuevas maneras de impartir y recibir educación. En el caso de la evaluación también ocurrieron varios cambios; por ejemplo, en el Ceneval se diseñaron herramientas como el Examen desde casa, que permite que los sustentantes sean examinados desde su hogar o desde otro sitio con condiciones de aislamiento y seguridad. En ese sentido, diversas instituciones, tanto nacionales como internacionales, han expresado, por medio de un conjunto de estudios, su preocupación por el impacto que tuvo la pandemia en el acceso a la educación, así como en la calidad y la evaluación de ésta. En cuanto a algunos datos relevantes, el UNICEF ha destacado que los rezagos de aprendizaje se vieron agudizados debido al cierre de escuelas. En marzo de 2021, reportó que en México permanecieron cerradas 180 días: de marzo de 2020 a febrero de 2021. Esta cifra fue superior al promedio en América Latina y el Caribe, y colocó al país en octavo lugar entre las naciones donde las escuelas se habían cerrado por mayor tiempo. Adicionalmente, en marzo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, presentó los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación 2020, los cuales destacan que 33.6 millones (62 %) del total de personas de entre los 3 y 29 años estuvieron inscritas en el ciclo escolar 2019-2020; de ellas, 2.2 % no concluyó el ciclo escolar, lo cual en algunos casos se relacionó con el COVID-19 y la falta de dinero o recursos. Por estos dos motivos, 5.2 millones de personas de 3 a 29 años (9.6 % del total) no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021. En estos mismos resultados se destaca que las principales desventajas de la educación a distancia fueron, en primer lugar, que no se aprende o se aprende menos que de manera presencial. En segundo lugar, se reportó la escasez de seguimiento al aprendizaje de los estudiantes y la falta de capacidad técnica o habilidad pedagógica de madres, padres o tutores para transmitir los conocimientos. Por su parte, instituciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) destacan, para el caso de México, que las evaluaciones también se vieron afectadas, lo que provocó problemas en las trayectorias del aprendizaje y en el avance en los estudios, en particular en el nivel superior. En cuanto a este nivel educativo, aunque había instituciones que ya ofrecían cursos en línea antes de la pandemia, pocos estudiantes los consideraban. Esto incluso ocurría en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, en 2017, sólo 13 % de los estudiantes del primer ciclo de nivel terciario estaban matriculados exclusivamente en cursos de educación a distancia. Aunque hemos enfrentado circunstancias difíciles en la pandemia, también recibimos varias lecciones. Las formas de aprendizaje y evaluación educativa cambiaron y el uso eficaz de las TIC puede fomentarse por medio de políticas públicas, ya que, evidentemente, en algunos casos puede considerarse una educación y su evaluación de tipo híbrida, aprovechando las ventajas que tiene usar herramientas tecnológicas. En este sentido la evaluación educativa es una gran herramienta de apoyo. Por ejemplo, en general, la oportunidad de aprendizaje es una variable que debe tenerse en cuenta en todos los contextos educativos y de evaluación. Así, si un migrante de reciente ingreso a cierto país es evaluado en un dominio al que tuvo escasa exposición en su país de origen, es posible que no haya tenido la oportunidad de aprender conceptos que la prueba supone son conocimientos básicos o comunes. No tener en cuenta la oportunidad de aprendizaje puede conducir a diagnósticos equivocados, colocaciones o servicios inapropiados y a consecuencias negativas imprevistas. En este caso, se resalta la importancia de la evaluación diagnóstica, en especial, para detectar efectos adversos provocados por esta pandemia. Durante la pandemia por el COVID-19, a pesar de los esfuerzos por parte de los gobiernos, las instituciones educativas, los docentes y las familias, como se mencionó, hubo reportes sobre un escaso seguimiento al aprendizaje de los estudiantes y una falta de capacidad de las madres, los padres o tutores para transmitir los conocimientos, por lo que es muy probable que no todos los estudiantes hayan tenido la oportunidad de haber sido expuestos a todos los temas incluidos en los programas educativos. Es por ello que evaluar y monitorear el aprendizaje para obtener retroalimentación se ha vuelto indispensable para conocer el progreso educativo de los estudiantes y poder llevar a cabo acciones apropiadas para nivelarlo cuando sea necesario. En el “salón de clases” virtual, las actividades de aprendizaje a distancia han reafirmado el papel formativo de las evaluaciones. Al recabar información sobre el aprendizaje de cada estudiante por medio de tareas de seguimiento, los docentes pueden obtener retroalimentación y modificar sus estrategias de enseñanza para hacerlas más efectivas y tener efectos inmediatos en sus estudiantes actuales, así como a largo plazo, al mejorar sus estrategias para la enseñanza en esta modalidad. Los exámenes diagnósticos pueden ser utilizados para la evaluación de escuelas, niveles o sistemas educativos, regionales o nacionales. Este tipo de exámenes se diseñan para identificar si los estudiantes presentan problemas de aprendizaje o si cumplen con ciertos niveles de logro educativo. En estos casos, el contenido del examen depende de lo que quiere ser medido o diagnosticado. Uno de los criterios más importantes al diseñar estos exámenes se enfoca en los resultados, en cómo se reportarán e interpretarán. Si el propósito es reportar lo que aprendió un alumno en un año, el número de subtemas o subescalas puede ser reducido a favor de puntajes globales, por lo que temas generales como lectura o escritura son apropiados para reportar la competencia de los evaluados. Sin embargo, cuando se requiere información detallada de diagnóstico sobre el entendimiento de los estudiantes en un tema, se deben medir muchos componentes del aprendizaje y de las habilidades requeridas, por lo que se deben entregar puntajes para cada uno. En este caso, la prueba debe ser diseñada para generar evidencia del aprendizaje de los estudiantes en temas más específicos, como comprensión lectora, significado y uso de las palabras, elementos de literatura, entre otros. En el contexto actual es necesario que se considere toda la información que las evaluaciones proveen. Esto hace referencia no únicamente a la elaboración de nuevos exámenes diagnósticos diseñados especialmente para medir los efectos de la pandemia, sino también a la información que se podría recabar en las evaluaciones que comúnmente se llevan a cabo en cada país, especialmente cuando la generación de nuevos exámenes diagnóstico sea una aproximación difícil de implementar. Por ejemplo, en nuestro país, el Ceneval ha desarrollado una nueva generación de instrumentos para los procesos de ingreso y egreso de los estudiantes. Los nuevos Exámenes Nacionales de Ingreso (EXANI), los Exámenes Generales para el Egreso de la Licenciatura (EGEL Plus) y el DOMINA-BACH Básico fueron diseñados con el objetivo de brindar más información y de contribuir al diagnóstico sobre los conocimientos y habilidades con los que cuentan los estudiantes. Esta información puede ser aprovechada para reforzar los programas de estudio en áreas en las que las generaciones pudieran tener algún área de oportunidad derivada de las condiciones de aprendizaje durante la pandemia en nuestro país. Adicionalmente, con los cuestionarios de contexto que acompañan a estos exámenes, también se consideran las condiciones personales y sociales de las personas. Estos datos adicionales brindan información sobre el contexto de estudiantes y docentes, además de que pueden indicar deficiencias en el proceso de enseñanza aprendizaje. Destacan las investigaciones sobre las habilidades socioemocionales y el papel fundamental que tienen no sólo para el desempeño académico, sino que se pueden relacionar con el mejor uso de las TIC. Por ejemplo, habilidades como la perseverancia, la cooperación, el compromiso académico, entre otras, fomentan que las personas no desistan de aprender el mejor uso de la tecnología, se comuniquen y trabajen en equipo, a pesar de la distancia física, y realicen un conjunto de conductas necesarias para su mejor aprendizaje, tanto para su desempeño académico como para el uso de las herramientas que apoyan su aprendizaje (computadoras, celulares y otras). Considerando lo anterior, se han desarrollado algunos instrumentos específicos para la medición de estas habilidades que no siempre son incluidas en las evaluaciones, aunque son fundamentales para apoyar tanto a estudiantes como a docentes y autoridades educativas para enfrentar los retos que implica la educación a distancia y los nuevos retos que seguramente enfrentarán las instituciones educativas. La información obtenida por medio de la evaluación académica y sobre las habilidades socioemocionales en su conjunto puede ser la base para el desarrollo de políticas públicas o programas de acompañamiento que, como algunos expertos han recomendado, deben buscar oportunidades, aprovechando lo vivido durante la pandemia en varios aspectos relacionados con explorar sistemas seguros para realizar exámenes desde casa; explorar la posibilidad de que los estudiantes puedan aprender en diferentes lugares y en diferentes momentos brindándoles mayor autonomía, por ejemplo. Para usar estas herramientas en el contexto actual, cada país tiene la responsabilidad de definir una estrategia sobre sus procesos de evaluación. No es una decisión sencilla ni existe una solución general para todos, aunque existen algunas consideraciones generales. En primer lugar, se debe tomar en cuenta la temporalidad y utilidad de la evaluación, ya sea con el objetivo de reabrir las escuelas, mejorar estrategias de enseñanza a distancia o ajustar programas de estudio para los recién egresados o generaciones actuales. En segundo lugar, se deben realizar esfuerzos para asegurar la equidad en el proceso de evaluación, tomando en cuenta que la crisis actual continúa afectando varios aspectos involucrados, como el acceso a la infraestructura tecnológica y el desarrollo de las habilidades socioemocionales. No hay una aproximación única para todos los países, debido a que los efectos y la severidad de la pandemia han variado en cada uno y la evolución de la crisis ha requerido respuestas rápidas e innovaciones que han sido específicas a las necesidades locales. Pero de todas las experiencias se puede aprender, por lo que éstas pueden seguirse o adaptarse en otros países. La exploración de nuevas posibilidades formará parte de la evolución de la educación y su evaluación. Esto nos ayudará a la mejor comprensión de las posibles oportunidades que nos brinda el ámbito digital, lo que, en conjunto con nuestros contextos y nuestras habilidades personales, será fundamental para la conexión entre instituciones escolares y estudiantes, contribuyendo a un mejor desarrollo social. Lecturas recomendadas Castillo, L. M. (2020). Lo que la pandemia nos enseñó sobre la educación a distancia. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, 50, 343-352. ECLAC-UNESCO (2020). COVID-19 Report: Education in the time of COVID-19. Recuperado de: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374075_eng Farrington, C. A., Roderick, M., Allensworth, E., Nagaoka, J., Keyes, T. S., Johnson, D. W., & Beechum, N. O. (2012). Teaching Adolescents to Become Learners: The Role of Noncognitive Factors in Shaping School Performance: A Critical Literature Review. Consortium on Chicago School Research. Roid, G. H. (2006). Designing ability tests. En Downing S. M. & Haladyna, T. M. (Eds.) Handbook of test development (pp. 527-542). Lawrence Erlbaum Associates Publishers. Webb, N. L. (2006). Identifying content for student achievement tests. En Downing S. M. & Haladyna, T. M. (Eds.) Handbook of test development (pp.155-180). Lawrence Erlbaum Associates Publishers.