Hace 7 años, el 2 de julio, un día después de que los mexicanos le dieron el triunfo a Andrés Manuel López Obrador para dirigir el destino de nuestro país, amanecí con angustia, sabía, y no me equivoqué, que el error de arroparlo nos costaría mucho dolor, desunión y robo. También sabía, que de no reelegirse, pondría a Claudia Sheinbaum a cuidarle sus delitos como lo hizo y como ella lo está haciendo. Lo que nunca pasó por mi cabeza fue su mentalidad genocida ni sus amoríos con el narcotráfico. Siendo candidato ocultó lo peor de sí mismo y engaño a todos, hombres y mujeres, que le dieron su voto creyendo en sus mentiras bien trabajadas y actuadas. Junto al maestro, aprendía la alumna. López Obrador jugó sucio. Traicionó a los hombres que lo encumbraron y se puso a construir dos proyectos perversos: la destrucción del país y a su sucesora. Nadie, mucho menos, Ebrard, sería sumiso a sus insanos deseos de destruir y provocar el mal a los mexicanos, sólo ella, Sheinbaum, porque vio en su corazón el mismo odio que lo alimento durante 24 años. Sin embargo, puedo asegurarles que el mal se devora asimismo y los veremos caer.... ***Autora de El Rey del Cash y El Gran Corruptor