Recientemente conversaba con algunos amigos sobre la práctica de las virtudes en el mundo actual, un poco atorada en la posverdad y la doctrina de que “todo se vale para tener éxito”. Pusimos sobre la mesa el caso de la honestidad. En la antigüedad, por mencionar solo una referencia, Séneca y los estoicos creían que esta virtud en particular no consiste solo en decir la verdad, sino en vivir conforme a ella, aunque duela o sea inconveniente. Aquí es dónde surge un dilema que acompaña la reflexión humana durante siglos: las virtudes, ¿son condiciones o son aspiraciones? Y detrás de este dilema llegó a mi memoria la pregunta popularizada entre otros por el cantante mexicano Pedro Infante y el cronista mexicano Armando Ramírez: ¿qué tanto es tantito? Si la honestidad es una condición, es decir, un atributo que se tiene o no se tiene, sin puntos intermedios, entonces es igualmente deshonesto robarse una manzana en el mercado, que robarse el dinero de la caja fuerte de ese mismo mercado. La consecuencia de ver la honestidad como condición es inequívoca: ¿quién está realmente limpio de pecado para arrojar la primera piedra? ¿Qué tanto es tantito? Alternativamente, si consideramos que la honestidad es una aspiración, entonces ser honesto no es ser perfecto, sino acercarse lo más posible a la perfección, superar errores, avanzar poco a poco, admitiendo que las personas pueden tener grados de avance o retroceso en su honestidad. Bajo un reflector diferente, las preguntas son las mismas: ¿quién está realmente limpio de pecado para arrojar la primera piedra? ¿Qué tanto es tantito? Al respecto, encontré un texto de Antonio Tapia* que redimensiona este dilema: la honestidad no es solo un asunto personal; es el efecto del entorno social sobre mi carácter. Dice Tapia: “…la expresión (¿qué tanto es tantito?) forma parte de la ideología, la idiosincrasia y los modus vivendi y operandi de la gente nacida en México (y muy probablemente de otras latitudes). Paradójicamente, a pesar de que se halla situada entre dos signos de interrogación, no se trata de una pregunta, sino de una afirmación. Y lo que afirma es una verdad de Perogrullo, matizada con el singular cinismo de una sociedad poco adepta al cumplimiento de las reglas y en cambio adicta a la impunidad: “un poco no es demasiado”. La parte de esto que toca al individuo y la que toca a la sociedad, también es materia de discusión y dilemas qué se mueven en torno a la misma pregunta: ¿qué tanto es tantito? * Tapia, Andrés (20/11/2013), Asuntos pendientes antes de morir, Historias góticas-hipercíclicas-no lineales. Recuperado el 12/11/2025 de: https://tinyurl.com/yd88734p