Por Carlos Pareja ¡Ahorrar es para cándidos! Eso dicen los que llegan a fin de mes con la cuenta tiritando y un río de excusas para no guardar ni un chavo: "Es que la vida está cara" "Es que si ahorro no disfruto" "Es que me lo merezco" Y al final, lo único que se merecen es un buen susto cuando llega una emergencia y no tienen ni para cambiar la rueda del coche. Pero bueno, no estamos aquí para hablar de ellos. Estamos aquí para hablar de ti y de cómo asegurarte un futuro sin sobresaltos. Y para eso, amigo mío, hay que ahorrar. ¿Cuánto? Pues depende. Los expertos dicen que un 10% de tus ingresos como mínimo. Si te ves más suelto, el 15%. Y si eres de los que piensan en grande, el 20%. Suena mucho, lo sé, pero aquí es donde entra en escena la historia de Theodore Johnson. Este señor fue un tipo que nunca ganó más de 14.000 dólares al año, y se hizo muy famoso por apartar religiosamente un 20% de su sueldo y meterlo en acciones de la empresa en la que trabajaba. ¿El resultado? Terminó con 70 millones de dólares cuando se jubiló. No fue magia. No fue suerte. Fue interés compuesto y paciencia. Mientras otros se compraban coches que no podían pagar o se iban de vacaciones con la tarjeta al límite, él estaba jugando al juego del largo plazo. Y ¡oh, sorpresa!, lo ganó. Ahora viene la parte donde te preguntas: "Vale, ¿pero cómo demonios ahorro si apenas llego a fin de mes?" Fácil. La mejor manera de ahorrar es no ver el dinero. Automatiza. Programa una transferencia el día que cobras a una cuenta aparte. No dejes que el dinero toque tu cuenta principal, porque si lo ves, te lo gastas. Así de simple. Y lo más importante: ahorra siempre. En los buenos tiempos y en los malos. No te hagas el listo parando cuando te aprietan las tuercas, porque el interés compuesto no perdona. La clave es la constancia, por poco que sea. Así que ya sabes, decide tu porcentaje y hazlo fácil. Y dentro de unos años, cuando tengas un buen colchón financiero, ya me lo agradecerás invitándome a una buena paella de marisco en la playa. Porque recuerda: los cándidos son ellos.