“Yo le fui a entregar una pala para que haga su trabajo, él lo prometió, buscar a los desaparecidos, pero ya casi se va y no ha hecho nada”, dijo Ceci Flores, tras dejarle esa herramienta al presidente. “Si acaban con las madres buscadoras, acaban con la esperanza”, comentó la fundadora de ese colectivo en Sonora. ¿Existe un adjetivo calificativo para las desapariciones forzadas en México? En sus mañaneras, el presiente, anunció que su gobierno realiza el milagro de aparecer a miles de ellos: “Que no son 114 mil, que no son 110 mil, que son 99 mil 729”, afirmó con cándido descaro la secretaria de gobernación Luisita Alcalde. Lo menciona dulcemente, como si fuera un gran logro, como si fuera una gracia, esa cifra monstruosa de delitos brutales y crueles: “99 mil desaparecidos, 49 mil 578 durante el sexenio”. En Sudamérica, los desaparecidos durante las dictaduras militares, son heridas que no cierran, ni cerrarán: Chile: 1, 193. Argentina: 30, 000 mil. El año pasado, el presidente, mostró compasión por esas madres de la plaza de mayo y se solidarizó con su búsqueda y exigencia de justicia. A Cecilia Flores, le mandó decir que “ahí le dejara la pala”. No quiere recibir a los colectivos porque, el recibirlas sería “politiquería”, “publicidad” y le daría pie a “algunos medios de atacar a su gobierno”. ¿Ya se le olvidó como utilizó politiqueramente a los 43 de Ayotzinapa? Lo que no puede negar el presidente es que, a esas madres, a esas familias, la desaparición de sus hijos les amargó la vida. No saben si sus hijos viven o están muertos. Pasan sus días atormentadas, con la zozobra de recibir una noticia que acaso nunca llega. ¿Quién te buscará cuando yo ya no esté?, dice la pancarta de una madre buscadora… “Estoy muerta en vida”, dice otra y, otra más, “Vida ya no tenemos, solo un cuerpo que camina y respira”. “No queremos morirnos sin enterrarlos”, dijo Guadalupe Aguilar, una de las madres buscadoras de Jalisco, tras recibir el IX premio de derechos humanos Rey de España, que reconoce su labor de búsqueda y localización, así como el acompañamiento y consuelo a los familiares de las víctimas. En el otro palacio, el otro rey, ni la pala le quiso recibir a Ceci Flores.