La Pepa

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“La dicha inicua de perder el tiempo…”, dice el último verso del soneto de Renato Leduc. La senadora Mónica Fernández Balboa, quiere cambiarle el nombre a la Plaza de la Constitución, mejor conocido como Zócalo. Quiere que, de ahora en adelante, se llame “Plaza de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos 1824”. En su dicha inicua de perder el tiempo, descubrió que, al Zócalo, se le puso Plaza de la Constitución en 1812, en homenaje a la constitución española que se aprobó ese año. Tras la invasión francesa a España, en 1808, se puso en marcha una convocatoria de Cortes en la sitiada ciudad de Cádiz que, en 1812, promulgaron la primera Constitución española La Constitución de Cádiz, La PEPA, fue aprobada el 19 de marzo de 1812 (día de San José). Fue la tercera constitución liberal en el mundo, después de la de Estados Unidos (1787) y la de Francia (1789). Aunque efímera, en La Pepa, está el origen de lo que hoy llamamos una sociedad basada en las libertades ciudadanas. España, fue uno de los primeros países en dotarse de una Constitución con base en los principios de soberanía nacional, división de poderes y derechos individuales. La Pepa, propugnó por la secularización de la vida política; estableció la igualdad jurídica de los españoles de ambos hemisferios, reguló el habeas corpus, abolió el tormento, desapareció la santa inquisición, estableció la libertad de imprenta, el principio de proporcionalidad fiscal e hizo constitucionalmente obligatorio crear escuelas primarias en todos los pueblos para desterrar el analfabetismo. Es una constitución que supuso la alianza entre nación y libertad. Nada que ver con la Constitución del 3 de febrero de 1824 la cual, tímidamente, en sus artículos, 30 y 31, hace alusión a la libertad de escribir, imprenta y los derechos del hombre y del ciudadano. Que alguien le sugiera a la senadora que, al Zócalo, se le rebautice como “Plaza de la Pepa”. Imagen: del Centro Pompidou de París del cuadro La persistencia de la memoria (1931), de Salvador DalÍ