Los cimientos de la desigualdad

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Santiago, Chile, abril 6.- Si el mundo moderno fuera un edificio de viviendas, tendría los cimientos agrietados. Cuando el ser humano comenzó a configurar lo que serían las sociedades modernas, partió de una base desigual. Este edificio crece y crece en vertical, a un ritmo mucho más rápido del que los vecinos de los pisos inferiores son capaces de acondicionar sus viviendas. Mientras que en los pisos superiores ya están instalando paneles solares, los vecinos de abajo todavía utilizan estufas de carbón. Mientras que los de arriba diseñan comida a base de plantas en un laboratorio, en los pisos inferiores instalan filtros en los grifos para no beber agua contaminada ni contraer enfermedades diarreicas. En la entrada del edificio hay un letrero que dice “Puedes llegar hasta el piso más alto. Depende de ti”, pero la realidad es que el ascensor siempre está lleno y además solo sube hasta la mitad. Aunque para seguir subiendo necesitas conocer a alguien de las viviendas superiores, esto no es suficiente: hay muchas personas delante de ti dándose codazos por un espacio libre en el ascensor. Desde los áticos del edificio, personas poderosas toman decisiones sobre la vida de sus vecinos de abajo, recomendándoles lo que deben comer o estudiar. Les dan consejos de cómo llegar hasta arriba, a sabiendas de que estos nunca entrarán en el ascensor. En la planta de abajo hay un gran terreno, donde se cultivan todos los vegetales y donde están las granjas que alimentan a todo el edificio. Todos los días, los vecinos de abajo ven como los mejores productos suben en un ascensor especial, ya que fueron pagados a mejor precio. El bienestar y la calidad de vida de los vecinos de los pisos superiores dependen de la producción y el trabajo que se da en la planta de abajo, pero nadie se lo cuestiona. Cada persona acepta su función en el día a día del edificio. La distancia entre los pisos de arriba y los de abajo es tan grande que sus habitantes ni siquiera se conocen, muchos no se han visto nunca. Los niños y niñas que han nacido y crecido en los pisos superiores tienen más estatura, hablan idiomas, reciben una formación mucho más exigente y, como se alimentan mejor, tienen mejor estado de salud. Para estos niños que nacieron en pisos altos les será más fácil seguir subiendo, ya que partirán su ascenso desde la mitad superior del edificio. Aunque viven en el mismo edificio, la esperanza de vida de las personas que habitan los pisos superiores es mucho mayor. Esto es consecuencia del acceso que tienen a mejores tratamientos de salud, además, respiran un aire más limpio y su dieta es rica en nutrientes. Una persona que viva en el piso más alto del edificio puede llegar a vivir, en promedio, hasta 20 años más que sus vecinos de los pisos inferiores. Algunas ONG y fundaciones bajan frenéticamente las escaleras, para llegar a los pisos inferiores, y luego suben en el ascensor para contarles a los residentes de arriba las condiciones en las que viven sus vecinos. Les explican que el problema es estructural, ya que todo el edificio comparte los mismos cimientos. Las grietas cada vez son más profundas y no se puede seguir cargando con más peso las plantas superiores, porque además abajo hay mucho menos espacio y vive mucha más gente. Los vecinos de arriba se negaron a tal planteamiento. Les ha costado muchísimo tiempo y esfuerzo tener un ático y además ellos no tienen la culpa de que los vecinos de abajo no tengan la ambición de vivir más arriba porque, como dice el cartel de la entrada, “Puedes llegar hasta el piso más alto. Depende de ti”. Están dispuestos a pagar un poco más de la cuota de propietarios para que se puedan hacer algunos arreglos en los pisos de abajo, pero bajo ningún concepto dejarán de construir más pisos en altura ni de equipar sus viviendas. Ante esta situación, un grupo de vecinos de los pisos de abajo decidieron ir a hablar con los vecinos de las plantas superiores. Afirmaron hablar en nombre de todos los vecinos e insistieron en que era inadmisible que, dentro del mismo edificio, hubiera tanta desigualdad. Uno de los vecinos más influyentes de los pisos de arriba, los invitó a que se quedaran un tiempo en un apartamento que había quedado vacío. Parece que les debieron gustar mucho las condiciones de vida, ya que en los pisos de abajo nunca más los volvieron a ver. El edificio está a punto de colapsar y a esta comunidad de vecinos se le termina el tiempo. No hay plan de evacuación ni de rescate. Si no logran reconstruir el mundo para que los cimientos sean sostenibles, ningún vecino, ni de arriba ni de abajo estará a salvo. (El país). Rafael Moyano Gómez es director ejecutivo de la Corporación Educativa Escuelas del Cariño.