El presidente tiene una obsesión con el pasado, con las glorias y grandezas del pasado. Una obsesión con sus cuentos de patriotas y traidores, de héroes y villanos. Una obsesión con sus mitos, con sus creencias históricas; con sus superhéroes beatificados, santificados y elevados a sus altares. Hoy, a esas obsesiones, se suma la obsesión por el paraíso extraviado, por la educación socialista de Francisco J. Múgica. Un tal Marx Arriaga decidió que, en los libros de texto, “debe imperar el sueño de la izquierda para que se haga realidad”. De ahora en adelante, los únicos libros que leerán los niños de primaria, si es que alguna vez los leen, son los que edite el Estado con su visión igualitaria del mundo y de la vida. Con esa visión, iniciará la sacrosanta cruzada del estado socialista para controlar todos los aspectos de la vida cotidiana, empezando por lo que se debe leer, escribir, pensar y decir. A través de las creencias igualitarias, plasmadas en los libros de texto, pronto, muy pronto, se materializará el ideal de la izquierda: Será abolido el libre mercado y la propiedad privada; desaparecerán las clases sociales, todo será para todos; todos trabajarán según sus capacidades y recibirán según sus necesidades. La única creencia será el socialismo y, los pobres, entenderán que la salvación no está en el cielo, sino en el paraíso terrenal, forjado por los héroes de la “cuarta transformación del capitalismo al comunismo”. Con los nuevos libros de texto, pronto, muy pronto, se logrará la inevitable victoria del proletariado, plasmada en las leyes sobrehumanas del materialismo histórico. En los libros de texto se sumarán, a los héroes que nos dieron patria y libertad, Marx, Engels, Lenin, Stalin, Trotsky, Brezhnev, Mao, El Che, Fidel, Sandino, Hugo Chávez… todos promotores del ideal comunista y, más de uno, tiranos asesinos. Esa es la otra obsesión: revivir la educación socialista.