Donald Trump: “Desde el primer día, o mucho antes, si no detienen la avalancha de criminales y drogas que entran a nuestro país, voy a imponer un arancel de 25 por ciento a todo lo que manden a Estados Unidos…”, dijo el desquiciado. Nuestros vecinos eligen hoy entre Kamala y Trump; mientras tanto, en México, la presidente Sheinbaum, sigue al pie de la letra las enseñanzas de su mentor. En sus treinta y pico de días como presidente, con frecuencia, lo pone como ejemplo en sus discursos, dejando muy en claro que, él, es la fuente inspiradora de su mandato y del segundo piso de ‘la transformación’. En los momentos tan complicados que vivimos, las enseñanzas de López Obrador son su guía; la luz que ‘ilumina’ los ennegrecidos caminos en la conducción del país. Ella intenta emularlo y, al igual que su maestro, también embiste a los molinos de viento: el conservadurismo, el neoliberalismo, el clasismo… También lucha con los fantasmas del pasado: España, Colón, Hernán Cortés, la conquista... Y, también, descalifica a los adversarios corruptos, conservadores; agregando a los “fachos”, un calificativo muy utilizado por los comunistas argentinos de 1970: «Facho: adjetivo despectivo para referirse a la gente que es fascista o que apoya una ideología de extrema derecha». En circunstancias, -muy distintas-, a las que vivió el gobierno de López Obrador, la presidente le sigue apostando a la división de los mexicanos; ‘se está con la transformación o en contra de ella; ellos son los malos, nosotros los buenos…’ Igual que en el sexenio anterior, no hay claroscuros, ni medias tintas o matices; todo es blanco o negro, “todo debe ser la izquierda rancia” que promueve un gobierno centralista, autoritario y sin contrapesos. En un escenario mundial tan complejo, comenzando por los resultados de las elecciones en los Estados Unidos, Sheinbaum, descarta un discurso conciliador que una a los mexicanos en lo esencial. La presidente reduce su visión al escenario de la política intestina, doméstica, interior; mientras, el mundo, se mueve estrepitosamente hacia quién sabe dónde: Trump o Kamala; el fentanilo, la migración, la negociación del T-MEC; la disputa de China y Taiwán; las guerras de oriente medio; la de Rusia y Ucrania, con un nuevo ingrediente: Corea del Norte. A nuestros políticos no les preocupa que el mar esté picado; ellos siguen con su disputa doméstica, con su pleito casero, de vecindario; gritando, peleando, discutiendo y perorando por el control de las llaves del portón, sin darse cuenta que, el barco, ya hace agua y se hunden junto con él.