Faltan 297 días para que, el presidente que ya no tiene nombre, se vaya a su finca. En noviembre de 2021 dijo: “Dejo de llamarme Andrés Manuel si, en seis meses, no resuelvo el problema del abasto de medicamentos”. Se quedó solo con sus apellidos. Al final de su megalomanía sexenal se cumple, cabalmente, aquella contradicción dialéctica de la administración pública capitalista “entre los fines políticos y los medios administrativos”: “Concebir vastas y ambiciosas decisiones y realizar magras y pobres actividades”. Mucho ruido, pocas nueces. El día que ganó la elección prometió: “En seis meses pacificaremos el país” (han asesinado a 181 mil personas durante su gobierno). Se comprometió a ofrecer, en un año, “un sistema de salud como en Dinamarca”. El sistema dinamarqués nunca llegó y, en su delirio, en noviembre pasado, se fue al infinito y más allá: “En marzo tendremos el menor sistema de salud del mundo, con médicos especialistas, atención de primera, estudios, intervenciones quirúrgicas y medicamentos gratis…” Este 7 de marzo de 2024 y, ante la promesa por él tantas veces incumplida, se sacó de la manga otra mentira: “Al final de mi mandato tendremos el mejor sistema de salud del mundo”. A menos de 7 meses de que termine su gobierno, sabe que no podrá cumplir lo de Dinamarca, pacificar al país, Tren Maya o resolver el caso Ayotzinapa… Ni terminar otros proyectos grandototes: Con el cuento de la soberanía energética y, al graznido de me canso ganso, en 2019, dijo que “Dos Bocas se terminaría en tres años, a un costo de 8 mil millones de dólares…”. Llegaron las lluvias de mayo 2022, la inauguración de julio y, la refinería, nomás no refinó ese año… Que, ahora sí, iba a refinar en diciembre del 2023… enero del 2024, …febrero…marzo…2024… lo único que, a ciencia cierta se sabe de Dos Bocas es que, una boca sirve para la labia y, la otra, para tragarse miles y miles de millones de dólares… Grandes planes…mucha labia, sweet-talking, para endulzar orejas.