Thomas Hobbes, justificó en 1651 la monarquía, autocracia o tiranía. En el LEVIATÁN, cuenta que el hombre es salvaje por naturaleza, a diferencia de Rousseau, quien dice que “es sociable por naturaleza”. En la convulsionada Inglaterra del 1700 afirmó: “El hombre es el lobo del hombre” y, para garantizar su seguridad, debe depositar su soberanía en una persona: el soberano. En su justificación hay una trampa: La soberanía del pueblo se pierde cuando, en la búsqueda de esa seguridad, se deposita en el monarca. Hobbes es el padre del contractualismo, teoría que explica el origen de la sociedad y el Estado. En el contrato social, pactado entre el monarca y el hombre malvado, pero inteligente, se acepta la limitación de las libertades a cambio de leyes que garanticen el orden y la paz. Una vez depositada no hay marcha atrás, con 12 derechos soberanos, el monarca desconoce la soberanía originaria que lo llevó al trono: 1.- Los súbditos no pueden cambiar la forma de gobierno. 2.-El Poder Soberano es inalienable. 3.- La decisión soberana es improtestable. 4.- Los actos soberanos son inacusables. 5.- El soberano no puede ser castigado por los súbditos. 6.- El soberano es juez de la paz y defensa de los súbditos. 7.- Legisla sobre la distribución de la propiedad privada. 8.- Es juez y árbitro. 9.- Hace la paz y la guerra. 10.- Designa consejeros y ministros en épocas de paz y guerra. 11.- Recompensa y castiga, incluso arbitrariamente, cuando una ley anterior no prevé su medida. 12.- Tiene honor y preminencia superior. Con esos derechos despóticos, muchos de los cuales prevalecen, o hacen prevalecer los gobernantes autócratas, surge el divorcio entre monarca y súbditos, estado y sociedad, gobierno y gobernados; pueblo y gobierno o sociedad civil y sociedad política. En los gobiernos liberales democráticos, existe el otro cuento de que la soberanía popular reside originalmente en el pueblo, pero sigue subsistiendo el divorcio entre gobierno y ciudadanos, entre mandantes (ciudadanos en teoría) y mandatarios (gobernantes que en teoría los representan). Es tramposo que el presidente López Obrador, ventajoso jefe de estado, de gobierno, comandante supremo de las fuerzas armadas y licenciado en ciencias políticas por la UNAM, afirme que tiene los mismos derechos que cualquier ciudadano, como la reportera del New York Times a quien acorrala con su poder absoluto, autócrata y LEVIATÁNICO.