Pan y Rosas fue el lema de las mujeres que marcharon el 8 de marzo de 1857 en Nueva York. Protestaban por las miserables condiciones de trabajo a las que eran sometidas. El resultado: represión y muerte de 120 de ellas. 146 mujeres murieron en el incendio de la fábrica de camisas para hombre Triangle Waist Co. De NY. Murieron encerradas. La ratificación de la Enmienda XIX, le “dio” el derecho al voto a las mujeres norteamericanas en 1920. En México lo ejercieron por primera vez en 1955. Hoy, es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En las oficinas, se les pone un corsage, se les ofrece un desayuno y se les da el día. ¡Felicidades! Pero hoy, millones de mujeres, no tienen nada que celebrar, ni piden felicitaciones. La lucha de las mujeres no se reduce a la simpleza de querer ser “iguales que los hombres”. Las mujeres exigen respeto, que se cumpla la ley, que no se les discrimine, la igualdad de derechos, de sueldos, de oportunidades, de decidir… Que no se abuse de ellas en ningún lugar, la casa, la escuela, la calle, el trabajo; ni de ninguna forma, económica, física, psicológica. Sin las mujeres, no se pueden entender las revoluciones, como la textil, del siglo XIX. La marcha de las mujeres en Estados Unidos, logró que se derogara la enmienda XVIII, las madres no querían que sus hijos siguieran muriendo. Son las Madres, más que los padres, las de La Plaza de Mayo; las madres mexicanas que buscan en los desiertos a sus hijos desaparecidos, las madres de las familias monoparentales que buscan el sustento de sus hijos; las mujeres que, con valor y coraje, protestan porque cesen las muertes y violencia de género, por el respeto a su integridad y en defensa del derecho a decidir sobre su cuerpo y su salud; mujeres, a las que se les tiene pavor en Palacio Nacional y, para protegerse de ellas, se levantan un ignominioso muro, de tres metros de alto, como el que instaló el misógino Trump en la frontera.