La calificadora Moody’s cambió la perspectiva de calificación crediticia de México: «de estable a negativa, aunque mantuvo la calificación Baa2». ¿Y eso qué significa? ¿A quién le importa? Ciertamente a muy pocos, aunque a todos nos pega en el bolsillo; el grado de inversión es, sencillamente, un indicador para los grandes inversionistas institucionales que pueden invertir en México. ¿Por qué es importante para el país? En principio porque México debe billones de pesos y, la calificación crediticia, establece la capacidad de un gobierno para cumplir con los pagos de su deuda y el riesgo que implica invertir en ella. En otras palabras, es una evaluación, con base en variables e indicadores, que subrayan lo confiable que es un gobierno de pagar sus deudas. Entre mayor sea la calificación, es menor el riesgo de impago y viceversa. Si la calificación es mala, el riesgo es mayor y se pagan más intereses. Cada calificadora tiene sus escalas con letras, letritas y numeritos. Antes de 2018, la calificación crediticia de México era muy buena, pero, de ese año a la fecha, Moody’s y Fitch, han reducido en dos ocasiones la calificación de México; S&P en una (2020). El pasado jueves, Moody’s no cambio la calificación crediticia, sigue siendo, ‘Baa2’; que no es la más alta, es mediocre, de ‘grado medio bajo’. Lo que sí cambio fue la perspectiva a ‘negativa’; que se traduce en un aviso, una observación para cambiar el rumbo de la política económica y financiera; de lo contrario, esa calificación mediocre puede empeorar y convertirse en reprobatoria. Cuidado con esa última posibilidad… El argumento principal del aviso de Moody’s es: «el debilitamiento de los marcos políticos e institucionales que podrían socavar el desempeño fiscal y económico del país”. En cristiano, quiere decir que desaprueba las recientes reformas constitucionales, principalmente la judicial; el incremento de la deuda pública, el elevado déficit fiscal; los pasivos contingentes de la quebrada PEMEX y su deuda a largo plazo; los compromisos sociales del gobierno y los nuevos apoyos a la población. Si no se atienden esos focos amarillos, el grado de inversión se puede perder y, como ya ha ocurrido en el pasado, los capitales se van del país, se encarece el costo del financiamiento y el dólar sube. Gerardo Esquivel escribió ayer en Milenio: “…Hoy estamos más cerca de perder el grado de inversión de los que estábamos hace seis años…eliminar los órganos autónomos es la ruta más segura para avanzar en esa dirección…si no queremos quemarnos, quizá no deberíamos estar jugando con fuego”. Aunque no entendamos bien las evaluaciones de las calificadoras, hay que tener en cuenta que, una pérdida de la calificación soberana del país, no es una buena noticia para nuestro bolsillo.