Por María Adela Angoa Pérez y Silvia E. Giorguli Saucedo Colegio de México Desde mediados de la década de los noventa, después de la implementación de la Immigration Reform and Control Act (irca)1 y de la pérdida de circularidad en la migración desde México hacia Estados Unidos, se hizo evidente el cambio en el perfil de los flujos (Durand, 2016; García Zamora y Gaspar, 2018). La migración adquirió entonces un carácter familiar observable en el número de menores de edad que migraron con sus padres al país del norte, y en el asentamiento de hogares conformados por nacidos en México y en Estados Unidos. Desde entonces y a la fecha, la presencia en los flujos de niños, niñas y adolescentes se ha mantenido y diversificado (Zúñiga y Giorguli, 2019). Durante la última década, los menores han mantenido un patrón de movilidad entre ambos países motivado por razones varias y sostenido por las sólidas redes sociales formadas en el transcurso de décadas de migración. La presencia de menores en los flujos responde al interés de los miembros de las familias por mantenerse juntos (Lindstrom y Giorguli, 2007), o por reunirse después de periodos más o menos largos de separación dada la migración previa de un adulto (generalmente uno, o incluso ambos padres). En la migración de los niños se mezclan motivos económicos (la búsqueda de empleo o mejores oportunidades por parte de los padres y/o los hijos adolescentes) o movimientos forzados vinculados a situaciones de violencia en los lugares habituales de residencia. El carácter indocumentado de los flujos genera una situación de vulnerabilidad adicional cuando hablamos de la niñez y de los adolescentes. Además, en el panorama actual, se suman flujos con orígenes en México, Estados Unidos y, de manera creciente, en El Salvador, Guatemala y Honduras. Lo paradójico es que a pesar del consenso en torno al principio del “Interés superior del menor” consignado en la primera Declaración sobre los Derechos de los Niños (1959),2 de índole internacional, los marcos normativos que gestionan la migración han quedado rezagados, tienen vacíos y claramente tienen repercusiones negativas sobre los menores vinculados de alguna manera con la movilidad de personas entre México y Estados Unidos. No deja de sorprender que la crisis económica de finales de 2007 estuviera asociada a un incremento en la presencia de menores en los flujos migratorios en la región (México, Estados Unidos y los tres países centroamericanos ya citados). Dichos flujos han estado mayormente integrados por menores migrantes que salen de Estados Unidos para establecerse en México. La década más reciente ha atestiguado también un notable incremento en el número de menores migrantes mexicanos, salvadoreños, hondureños y guatemaltecos que intentan llegar a Estados Unidos, acompañados y no acompañados. ¿Son estos flujos migratorios coyunturales? Los datos sugieren que su presencia se ha consolidado durante una década cuando menos, permitiendo suponer que las condiciones del entorno influirán para que esta movilidad de menores se mantenga en el corto plazo. Niños y jóvenes en la migración del norte al sur: la generación 0.5 La crisis económica de 2007 y la política de deportación durante el gobierno del Presidente Obama resultaron en un aumento en el número de migrantes adultos mexicanos retornados después de un prolongado periodo de estancia en Estados Unidos (Giorguli y Angoa, 2019) (gráfica 1). Junto con ellos, arribó a nuestro país un importante flujo de menores migrantes, probablemente el de mayor volumen a la fecha, integrado por menores nacidos en los Estados Unidos y por niños y niñas mexicanos que habían dejado nuestro país siendo pequeños regresando entonces acompañando a otros migrantes adultos. Por su naturaleza, esta población no responde a las categorías tradicionales de la migración de retorno o de las primeras y segundas generaciones de migrantes. De ahí que Zúñiga y Giorguli (2019) hayan propuesto nombrar como “la generación 0.5” a estos niños y adolescentes que vivieron o nacieron, como en efecto ocurrió, en Estados Unidos llegando a México antes alcanzar la mayoría de edad. El Censo de 2010 informa que entre 2005 y 2010 llegaron a México un poco más de 65 mil menores mexicanos (de 5 a 17 años), después de haber vivido en Estados Unidos, además de 113,634 nacidos del otro lado de la frontera (gráfica 1). En el quinquenio siguiente, el número de ingresos se redujo, aunque siguió siendo significativo: 34,091 menores nacidos en México y casi 77 mil nacidos en Estados Unidos. De hecho, la clara mayoría de estadounidenses que han ingresado a México en los últimos 15 años la integran menores de edad (gráfica 1) que viven con sus padres mexicanos o en hogares donde el jefe de familia nació en México (Aguilar, 2014). De acuerdo con los datos más recientes (Enadid 2018), en 2018 los menores nacidos en Estados Unidos que residían en México eran 582 mil (cuadro 1) viviendo, en su mayoría, en hogares familiares (Zúñiga y Giorguli, 2019; Aguilar, 2014). Esta es una población binacional –ciudadanos estadounidenses por nacimiento y mexicanos por herencia de sus padres– que podrá moverse libremente entre ambos países al alcanzar la mayoría de edad. Este flujo de menores migrando del norte al sur refleja el carácter familiar de la migración mexicana hacia los Estados Unidos. A casi diez años de haber comenzado a documentar a esta población (Giorguli y Gutiérrez, 2011), hemos observado las dificultades a las que se enfrentan al llegar a México, muchas de carácter burocrático, con todo y ser ciudadanos mexicanos. Este flujo nos ha mostrado, igualmente, la limitación de las iniciativas de apoyo a los retornados, pues están diseñadas para atender a migrantes adultos que regresan solos, y no a familias con hijos que requieren facilidades para entrar a la escuela y contar con acceso a los centros de salud. Migración de menores, acompañados y no acompañados, en tránsito irregular por México Durante la década más reciente, y como parte de la migración en tránsito irregular por México hacia Estados Unidos, la presencia de menores de 18 años se ha incrementado. Y aunque es difícil contabilizar a esta población, los datos de aprehensiones por parte de las autoridades mexicanas y estadounidenses dan cuenta de este aumento: entre 2009 y 2019, la cifra de esta población detenida por las autoridades mexicanas aumentó de 6 mil a 52 mil. En el caso de las detenciones de menores migrantes en Estados Unidos, la cifra se ha mantenido entre 67 mil y 73 mil entre 2014 y 2019. Con variaciones de un año a otro, la mayoría de los menores migrantes provienen de Guatemala y Honduras.