Si López Obrador estuviera en este momento en la oposición y aspirara a competir como candidato diría: “¿Revocación de mandato? ¡Al carajo!” Y armaría todo un lío para evitar que la gente fuera a votar. ¿Por qué se opondría? Porque se trata a todas luces de una triquiñuela para asegurar el triunfo del partido en el poder en el 24 y dejar desde hoy en desventaja a cualquier candidato de la oposición. Se trata, entonces, de una elección adelantada. Pero, hay otras razones para hacer el vacío a la consulta de revocación: Primero, el régimen quiere utilizar un derecho ciudadano con un fin opuesto al que fue creado. Que sirve para quitar, no para ratificar a un presidente que podría haber perdido la confianza social. Tristemente, la oposición decidió aprobar la ley federal de revocación de mandato presentada por Morena, cuando, de origen, está envenenada. La ponzoña está en la pregunta. Es cierto, que no es inconstitucional, al haberse incluido en ella la palabra revocación, pero se añade ahí el interés de convertir la consulta en un acto de relegitimación de López Obrador. ¿Estas de acuerdo en que al presidente se le revoque el mandato por perdida de confianza o siga en la presidencia de la república hasta que termine su periodo? En sentido estricto, la pregunta debió terminar en la pérdida de confianza. Segunda razón para no ir a las urnas. Quienes apoyan la idea de ir a votar por la salida de López Obrador o de que termine su mandato, a fin de impedir un vacío político, se olvidan de lo siguiente: México es un país altamente abstencionista. Ni la oposición, ni los partidarios de Morena tienen los 37 millones de votos que se requieren para que el resultado sea vinculante. Pero lo que sí tiene el presidente y el gobierno de la 4T es un enorme micrófono y todos los recursos propagandísticos para explotar política y electoralmente los pocos o muchos votos que haya recibido López Obrador para que se quede. Para decirlo de otra manera: AMLO sabe que la consulta será un fracaso, que las urnas no se llenarán, pero es una buena oportunidad para colocar en la delantera de la pista sucesoria a la Cuarta Transformación. La consulta de revocación de mandato no debe ser vista como una ocurrencia aislada del presidente. Sabe que su partido no cuenta con los votos suficientes para reformar la Constitución y reelegirse o prolongar su mandato. Por eso, construye vías alternas que le permitan reelegirse en el 24 de manera indirecta. Dentro de tres años será el “verdadero” candidato. Estará atrás y adelante de quien designe como su sucesor o sucesora. Con la revocación de mandato pretende adelantarse mil 80 días y comerse el banquete electoral antes de que la oposición se de cuenta y despierte. Se trata de una consulta caprichosa, engañosa, cara, e ilegal que nada aporta a la democracia, que contribuye a la polarización y al encono. Exigirá una inversión de 5 mil millones de pesos, cuando ese dinero bien podría servir para equipar hospitales públicos y rescatar escuelas. Sigamos las enseñanzas que nos dejó el maestro del activismo. Mandemos ¡al carajo! la revocación. Ni un solo pie en las casillas. Es el recurso que nos da la democracia para protestar y no hacer el juego a un dictador.