¿Somos animales racionales? (Parte 2)

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En el primer post dedicado a este tema mencionaba que con mucha frecuencia tomamos decisiones sobre temas en los que no somos expertos. En consecuencia, aunque deseáramos ser racionales al tomarlas, la ausencia de conocimientos suficientes haría que, en un momento determinado, la racionalidad se enfrentara a unas lagunas imposibles de evitar y dimitiera en beneficio de otros criterios. Expuse también otro elemento que dificulta la aplicación de a racionalidad, que tenía que ver con los errores que comentemos en la percepción de la realidad. En el post “¿por qué nos gustan tanto los tríos?” hice referencia a un error de percepción muy común que se produce cuando nos muestran la siguiente imagen.

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Si nos preguntan qué circulo de los centrales es mayor, la mayor parte de nosotros respondemos que obviamente el de la izquierda. Sin embargo, cuando comparamos el tamaño de ambos, podemos comprobar que en realidad son iguales . Pero aunque nos lo demuestren, cuando volvemos la vista a la primera imagen, tendremos que hacer un esfuerzo mental importante para convencernos de que, en contra de lo que percibimos, son del mismo tamaño. La observación de los círculos la realizamos en relación con los demás y eso es lo que acaba distorsionando nuestras percepciones. No sabemos aislar los círculos centrales de su contexto. En consecuencia, muchas veces no somos capaces de interpretar bien la información que nos llega a través de nuestros sentidos y, por tanto, esa incapacidad dificulta que recurramos a la racionalidad para evaluar la situación: si como es obvio el círculo de la izquierda es mayor, para qué voy a trazar unas líneas y comprobarlo con lo evidente que es. Lo que resulta especialmente interesante es que, como menciona Dan Ariely en “Las trampas del deseo”, no sabemos lo que queremos si no lo vemos en su contexto y esos errores en nuestra apreciación del contexto no solo afectan a lo físico, sino a experiencias, emociones, actitudes y puntos de vista. Que vienen las emociones El tema de las emociones me parece especialmente interesante. Durante una parte muy importante de mi vida he sido responsable de la selección de contenidos de programas de radio y televisión. Siempre me preguntaba porqué las personas se decidían por uno u otro programa dentro de la oferta tan grande que tenían a su disposición. Intuitivamente, siempre pensé que eso tenía que ver con la capacidad de conectar con sus emociones. La gente no nos elige porque seamos muy equilibrados en nuestros juicios ni por nuestros conocimientos. La gente te escoge porque les llegas, porque les hacen sentir. Están contigo porque se divierten, porque se conmueven, porque se solidarizan, porque sufren con quien está sufriendo, porque sienten esperanza ante un avance médico, porque conectas con sus recuerdos… Para mi fue especialmente reveladora la entrevista que tuve la oportunidad de hacer a Antonio Damasio con motivo del Premio Principe de Asturias de Investigación Científica y Técnica que le otorgaron en 2005. Damasio, un neurocientífico, certificaba que las emociones jugaban un papel fundamental en nuestras decisiones, formando parte de una especie de sistema automatizado que nos permite reaccionar ante el mundo de una forma inmediata y sin necesidad de pensar. Damasio comprobó cómo una persona que había sufrido un daño en el lóbulo frontal que afectaba a sus emociones tomaba decisiones muy equivocadas a pesar de ser muy inteligente. Lo que para la mayor parte de las personas era algo sencillo, para aquella persona, que tenía lesionada la zona en la que las emociones y el proceso intelectual interactúan, podía ser algo eterno. Decía Damasco que aquella persona no sentía el pálpito de “me gusta” y que, si iba a un restaurante, se perdía en decenas de preguntas sobre su calidad, la relación calidad-precio, porqué había poca gente o por qué demasiada… Seguramente, era incapaz de elegir ese restaurante por la amabilidad de los empleados, porque la cocina le recordaba a la de su abuela, porque la decoración le encantaba o simplemente porque estaba de moda y allí había gente famosa. Decisiones todas ellas en ls que aparecen las emociones. Decisiones irracionales Las investigaciones de Damasio y de quienes ha contribuido al desarrollo de la economía conductual hacen que hoy sea muy aceptado el hecho de que gran parte de nuestras decisiones las tomamos de forma irracional, con un fuerte componente emocional. Seguramente esto explica el hecho de que sea muy frecuente la falta de coherencia entre lo que decimos (conclusiones que se derivan de nuestros mecanismos racionales) y lo que hacemos (aquello que decidimos con nuestros mecanismos emocionales). Así que a la pregunta de si somos racionales la respuesta más acertada es que muy frecuentemente no. Tal vez podamos introducir este matiz: decidimos emocionalmente y lo justificamos racionalmente. Quienes quieren aprovecharse de nuestra tendencia a decidir con la emoción y la irracionalidad lo que harán es darnos argumentos racionales para dejarnos contentos. Es decir, podemos ser fácilmente manipulados. Y, si eso es así, por qué nos abonamos a la irracionalidad. Intentaré responder un tercer post sobre este tema.