Miedo, angustia, fragilidad, impotencia, desesperación, tristeza, inmensa tristeza, ante lo inesperado y momentáneamente incomprensible. Esos sentimientos se observan en los rostros de quienes sobrevivieron a los terremotos en Turquía y Siria. No es para menos… Como todos los terremotos, fueron repentinos, sorpresivos, poderosos, destructivos e incontrolables. Los segundos que dura un terremoto parecen eternos…y, nos hacen caer en cuenta, lo frágiles que somos. Los terremotos, uno de 7.8 y otro de 7.5 de magnitud, y sus réplicas, han cobrado hasta el momento, la vida de más de 3, 000 personas y contando… Los sismólogos ubican los movimientos en la Placa Arábica y Sub Placa Anatolia; en dos fallas paralelas: el primero en una de 190 kilómetros de longitud y el segundo en una de 120. Los científicos deducen que el primero, provocó un fenómeno conocido como “triggering”: disparó a otra falla, que también estaba cargada, provocando su catastrófica activación. Como en la mayoría de los temblores de gran magnitud, cuando ocurren en las ciudades densamente pobladas, poco a poco a poco se van contando más y más muertos. Hay más de 14, 000 heridos y 2, 800 edificios derrumbados. La tragedia es descomunal. La magnitud de los temblores, con base en la escala de Richter, se mide a partir de la siguiente tabla: 3 grados, Difícil de percibir. 3-4, Ligeras vibraciones. 4-5, Se mueven objetos pequeños. 5-6, Difícil mantenerse en pie, daños a edificios. 6-7, Se derrumban muros y edificios. 7-8, Destrucción general, grietas en el suelo. 8-9, Destrucción total. El que se vivió en Mexicali, el 4 de abril del 2010, fue de 7.2 grados de magnitud. Hay que seguir el consejo de los expertos: los terremotos no se pueden predecir, ni el peligro se puede disminuir; los riesgos sí, siempre y cuando las ciudades, autoridades y ciudadanos se preparen para enfrentarlos.