Tiempos de demagogos

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Demagogo, (pueblo y guía), así se llamaba en la antigua Grecia al hombre de estado o hábil orador que supiera guiar al pueblo. Fue con Aristóteles, que el término adquirió un significado negativo. Aristóteles la especificó “como la forma corrupta o degenerada de la democracia que lleva a la institución de un gobierno despótico de las clases inferiores o de muchos que gobiernan en nombre de la multitud”. “Por tanto, cuando en los gobiernos populares la norma es subordinada al arbitrio de muchos surgen los demagogos que, halagando y adulando a las masas y exasperando sus sentimientos destructivos…consideran como enemigos del pueblo o de la patria a los opositores al régimen despótico instaurando”. “La practica demagógica elimina toda oposición. En estas condiciones…los demagogos, arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las masas como de toda la nación, confiscan todo el poder y representación de las masas e instauran una tiranía o dictadura personal”. “La demagogia…es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones irracionales y elementales y desviándolas de la real y consciente participación activa de la vida política”. “Esto se produce mediante fáciles promesas, imposibles de mantener…” El demagogo, “aprovechando particulares situaciones histórico-políticas y dirigiéndolas para fines propios, excita y guía a las masas populares gracias a particulares capacidades oratorias y psicológicas que le permiten interpretar sus humores y exigencias más inmediatas”. “En el desarrollo de esta política no se tiene mínimamente en cuenta los intereses reales del país…la acción demagógica se dirige más que nada a la conquista del poder personal o de grupo”. (Tomado del Diccionario de Política de Norberto Bobbio, Ed. Siglo XXI, 1981).