El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) ha sido un acuerdo clave para el comercio en América del Norte desde su implementación en 2020. Sin embargo, recientemente han surgido discusiones sobre posibles modificaciones, con figuras políticas como Donald Trump, Mark Carney y Claudia Sheinbaum señalando la necesidad de ajustes en 2026. Esta situación plantea interrogantes sobre el futuro del acuerdo y sus impactos en las economías de los tres países. El T-MEC reemplazó al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que estuvo vigente desde 1994. La nueva versión del acuerdo introdujo cambios significativos en áreas como la industria automotriz, los derechos laborales, el comercio digital y las reglas de origen. Uno de los objetivos fundamentales del T-MEC fue fortalecer la competitividad regional, garantizando un comercio más equitativo entre los tres países de América del Norte. Las modificaciones establecidas en el T-MEC han sido clave para sectores estratégicos como la manufactura, el comercio agrícola y la inversión extranjera. No obstante, el acuerdo está sujeto a revisiones periódicas, con una evaluación programada para 2026 que podría determinar nuevas condiciones para el comercio norteamericano. En el contexto actual, algunos líderes han expresado su perspectiva sobre el T-MEC y su futuro. Por un lado, Donald Trump ha enfatizado la importancia de que el tratado beneficie a Estados Unidos, sugiriendo que podrían implementarse cambios si se considera que no está funcionando de manera óptima para su país. Mark Carney, el primer ministro de Canadá, ha mostrado interés en la renegociación, mientras que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha señalado que no existen señales de que el acuerdo desaparezca, aunque su revisión sigue en marcha. Estas posturas reflejan un entorno de incertidumbre, en el que cada nación busca garantizar que el tratado continúe siendo beneficioso para su economía. Cualquier ajuste en el T-MEC o USMCA podría implicar cambios en los aranceles, regulaciones laborales y reglas de inversión, lo que afectaría a sectores clave en los tres países. Cada país ha experimentado distintos efectos desde la implementación del T-MEC. En Estados Unidos, el acuerdo ha fortalecido sectores como el automotriz y tecnológico, aumentando la producción en suelo estadounidense gracias a regulaciones más estrictas sobre el origen de los productos. En México, el T-MEC o USMCA ha sido un motor para el crecimiento manufacturero, permitiendo mayores exportaciones y atrayendo inversión extranjera, especialmente en la industria automotriz y de autopartes. En Canadá, el tratado ha garantizado el acceso al mercado estadounidense para productos agrícolas y energéticos, manteniendo un flujo comercial estable. Los desafíos económicos actuales, como la inflación y la reconfiguración de cadenas de suministro, podrían llevar a nuevas revisiones del tratado. La globalización y la transición hacia economías más sustentables también juegan un papel clave en la posible evolución del T-MEC. Por ello, cualquier modificación deberá considerar el equilibrio entre competitividad, protección laboral y desarrollo económico. El debate sobre un nuevo T-MEC o USMCA refleja la continua necesidad de adaptación en los acuerdos comerciales, en función de los desafíos económicos y políticos de la región. Si bien el tratado ha sido una herramienta fundamental para el crecimiento y la estabilidad económica de América del Norte, es probable que en 2026 se lleve a cabo una revisión con posibles ajustes. La clave estará en encontrar un equilibrio que garantice el beneficio mutuo de las tres economías, sin comprometer los avances logrados en comercio, inversión y cooperación internacional. *** Profesor Investigador en Economía Internacional en el Colef.Distinguido miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) y ahora en la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti).