Una nueva era de dinero digital

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Por Tobias Adrian y Tommaso Mancini-Griffoli Las formas digitales de dinero podrían ser de gran ayuda para las economías de mercados emergentes y de bajos ingresos si la transición está bien gestionada y regulada. El dinero digital tiene el potencial de transformar el sector financiero. Los mercados emergentes y los países de ingresos más bajos son los que más se beneficiarán de este cambio dramático. El acceso amplio y económico al dinero digital y las transacciones telefónicas podría abrir la puerta a los servicios financieros para 1.700 millones de personas sin cuentas bancarias tradicionales. Y los países pueden crecer cada vez más conectados, facilitando el comercio y la integración del mercado. El impacto en el mundo real es significativo. Pero cualquier oportunidad conlleva un riesgo. El paso a este nuevo mundo podría excluir a quienes se encuentran al otro lado de la brecha digital. También abre la puerta a la fragmentación, la sustitución de divisas y la pérdida de eficacia de las políticas. La transición debe estar bien gestionada, coordinada y debidamente regulada. ¿Y qué es el dinero digital? El dinero digital es la representación digital del valor. El sector público puede emitir dinero digital llamado moneda digital del banco central, esencialmente una versión digital de efectivo que se puede almacenar y transferir mediante una aplicación móvil o de Internet. El sector privado también puede emitir dinero digital. Algunos formularios se pueden canjear por efectivo a un valor nominal fijo. Estos están totalmente respaldados por activos líquidos y muy seguros y, por lo general, se denominan dinero electrónico . Las monedas estables pueden ser una forma de dinero electrónico, pero también vienen en otros diseños cuyo valor es más volátil. Activos criptográficos, como Bitcoin, se emiten en sus propias denominaciones y son especialmente volátiles, demasiado para ser considerados una forma de dinero digital (generalmente se consideran un activo de inversión). Haga clic aquí para ver una discusión detallada de las diferentes formas de dinero digital. Los mercados emergentes lideran el camino Considere un trabajador en los Estados Unidos. En un futuro cercano, un empleador podría depositar su cheque de pago en una billetera digital, lo que le permitirá enviar dinero a familiares en Guatemala, Filipinas o cualquier otro país de manera más económica y eficiente. Las tarifas por transferir dinero a menudo representan hasta el 7 por ciento del valor de una transacción, y el Banco Mundial estima que reducir las tarifas al 2 por ciento podría dar un impulso de $ 16 mil millones al año a las remesas a países de bajos ingresos. Este futuro no está lejano. La innovación del sector privado en los mercados emergentes ya ha dejado una huella en el área del dinero móvil. El servicio de transferencia de dinero móvil M-pesa, que comenzó en Kenia, se está reproduciendo en docenas de países de África y Asia. Ha traído pagos a muchos sin cuentas bancarias, pero con un teléfono plegable en el bolsillo, y ha abierto la puerta a otros servicios financieros, como productos de ahorro y crédito. Hoy en día, hay mil millones de cuentas de dinero móvil registradas en 95 países, con cerca de $ 2 mil millones que se realizan a través de estas cuentas todos los días. África subsahariana es líder en dinero móvil y representa casi la mitad de las cuentas de dinero móvil en todo el mundo. El uso generalizado de teléfonos móviles lo ha hecho posible. Las identidades digitales, que muchos países han implementado, son otra innovación importante. Estas versiones digitales de pasaportes permiten a los proveedores de dinero móvil incorporar clientes a bajo costo mientras cumplen con las regulaciones locales. El sector público también está tomando medidas para proporcionar una infraestructura de pago digital en los mercados emergentes. Las Bahamas es el primer país del mundo con una moneda digital del banco central (una forma digital de la moneda de un país). Llamado el " dólar de arena ", aumentará la inclusión financiera de los habitantes de las 700 islas del país, donde los servicios bancarios como los cajeros automáticos no siempre están disponibles. Otros países no se quedan atrás. El proyecto más ambicioso está siendo puesto a prueba por el banco central de China. Si el experimento e-Renminbi tiene éxito, podría impulsar la digitalización, la innovación y la inclusión financiera en una de las economías más grandes y vibrantes del mundo, posiblemente alentando a otros países a seguir su ejemplo. Mantener un equilibrio Pero muchos de estos beneficios potenciales requieren un apoyo político cuidadoso y con visión de futuro. Para comenzar, la nueva infraestructura es esencial para permitir que los hogares más pobres en áreas aisladas se conecten a nuevos servicios de pago digital. Se espera que las redes satelitales globales (Starlink, OneWeb y otras) brinden servicios de banda ancha ampliamente accesibles, incluso a países de bajos ingresos, tan pronto como en 2022. Pero una estrategia de inclusión financiera no puede depender de una señal que simplemente caiga del cielo. Se necesita un impulso de inversión en infraestructura sincronizada, incluso para ampliar el acceso a Internet a las áreas más pobres y remotas. De hecho, cuando muchos países actúan al mismo tiempo, la inversión en infraestructura pública puede ayudar a impulsar el crecimiento a nivel nacional y en el extranjero a través de vínculos comerciales. Estas inversiones son necesarias para respaldar una estrategia de pago digital viable. En muchos países, la inclusión financiera puede significar compensaciones en lo que respecta a la política de privacidad y competencia. Las empresas de pagos digitales capturan y monetizan cada vez más los datos de los consumidores. Sin garantías que ofrecer, los hogares y las microempresas más pobres pueden ofrecer sus datos, pero a costa de su privacidad. La regulación tendrá que encontrar el equilibrio justo, incluso para incentivar la entrada al mercado de nuevas empresas de pago al tiempo que limita su dominio. De hecho, los países deberán aumentar la capacidad reguladora y de supervisión de manera más general antes de que las innovaciones de pago lleguen al mercado. La regulación y la supervisión cuidadosa son clave para anclar la confianza en nuevas formas digitales de dinero. Sin embargo, todavía abundan las preguntas. Es posible que se requiera que los proveedores de pagos respalden completamente la emisión de monedas con activos seguros y líquidos, pero ¿qué activos? ¿Deberían guardarse en los bancos comerciales o quizás incluso en los bancos centrales? ¿Qué apoyos podría estar dispuesto a ofrecer el estado? ¿Y si el dinero digital lo ofrece una empresa extranjera? ¿Cómo deberían cooperar los reguladores a través de las fronteras? Estas preguntas son nuevas y deben meditarse detenidamente. Los marcos legales claros también son esenciales. Es probable que las monedas digitales emitidas por el banco central requieran una adaptación a la ley del banco central y la ley monetaria. Y el derecho público debe aclarar el estado legal del dinero emitido de forma privada. ¿Deberían tratarse los nuevos acuerdos como dinero electrónico, depósitos bancarios, valores, productos básicos u otra cosa? Las respuestas a estas preguntas tendrán una gran influencia en el desarrollo del dinero digital. Por ejemplo, clasificar una forma de dinero digital como valor complicará significativamente su intercambio, dada la complejidad de la regulación de valores. También se deben contener otros riesgos. Las nuevas formas digitales de dinero deben resistir ciberataques, interrupciones, fallas técnicas, riesgos de fraude y algoritmos defectuosos. Y sin una regulación adecuada, el dinero digital podría ser un refugio virtual seguro para las transacciones financieras ilícitas de los delincuentes. Se necesita la implementación efectiva de un marco sólido para combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Sin embargo, el dinero digital también brinda oportunidades regulatorias, como análisis y monitoreo de datos en tiempo real más efectivos. Los enfoques regulatorios y los marcos legales actuales están fragmentados. Hay poca orientación y las circunstancias de los países difieren significativamente. El FMI tiene un papel que desempeñar al brindar asesoramiento sobre políticas a los países y ayudar a las instituciones a desarrollar enfoques regulatorios sólidos y compartir las mejores prácticas. En su esfuerzo por unirse, beneficiarse y regular la revolución del dinero digital, los países no deben perder de vista el panorama general. Los marcos regulatorios y legales, así como la decisión de los bancos centrales de ofrecer sus propias monedas digitales, afectarán la participación y la innovación del sector privado. El papel de los bancos puede cambiar si se enfrentan a una competencia más intensa por la financiación mientras los clientes debaten si intercambian sus depósitos por la moneda potencialmente más segura de los bancos centrales. Las decisiones cuidadosas también deben garantizar que las nuevas formas de dinero digital sean ambientalmente sostenibles, que la energía que requieren se mantenga bajo control. El camino hacia la adopción del dinero digital debe estar guiado por una visión clara y responsable del panorama más amplio de pagos, financiero, económico y ambiental del mañana. Un enfoque global El panorama general se extiende mucho más allá de las fronteras de cada país. La revolución del dinero digital ocurrirá a escala global. Los mercados emergentes y los países de ingresos más bajos se verán afectados por la introducción de formas digitales de dinero en economías más grandes y avanzadas. Deben ser conscientes de estos cambios y el FMI estará a su lado para garantizar que el sistema monetario internacional siga funcionando para todos los países. Los menores costos de obtener, almacenar y gastar dinero digital podrían facilitar que las personas y las empresas sustituyan su moneda nacional por una moneda más estable, especialmente en países con alta inflación y tipos de cambio volátiles. Esta práctica ya está muy extendida: los depósitos en moneda extranjera superan el 50 por ciento en más del 18 por ciento de los países del mundo. A medida que aumenta este nivel, el país de origen pierde el control sobre la política monetaria. Esto tiene un impacto desproporcionado en los hogares más pobres y vulnerables, a los que normalmente les resulta más difícil diversificar sus ahorros para protegerse de la inflación volátil. Actualmente se están explorando políticas. En los países donde existe el riesgo de salidas de capital, surgen preguntas sobre la viabilidad técnica y la conveniencia política de limitar las transacciones y tenencias de moneda digital extranjera. Puede ser posible acordar principios de diseño que permitan a las autoridades del país establecer parámetros básicos para carteras y redes para limitar la sustitución de divisas. Sin embargo, estos principios de diseño deben coordinarse a nivel mundial para garantizar que satisfagan las necesidades de todos los países y que se adopten ampliamente para limitar el arbitraje regulatorio. Ésta es otra área en la que el FMI puede ayudar mediante su análisis y poder de convocatoria. También surge la pregunta de si las medidas de gestión de los flujos de capital existentes, como los impuestos sobre la compra de divisas, pueden eludirse mediante formas digitales de dinero. La mayoría de los países miembros del FMI, en particular los mercados emergentes y los países de ingresos más bajos, utilizan alguna forma de gestión de los flujos de capital. Las regulaciones y las prácticas de implementación existentes deben evolucionar para que las medidas de gestión de los flujos de capital sigan siendo sólidas tras la introducción del dinero digital. Es probable que el dinero digital también aumente los flujos de capital bruto a medida que disminuyan los costos de transacción y los productos financieros estén más disponibles. Esto tiene ventajas y desventajas. Los mercados deberían estar más integrados, ofreciendo oportunidades de cobertura y distribución de riesgos para los hogares y las empresas locales. Sin embargo, el riesgo de contagio financiero también aumentaría, al igual que el peligro de problemas de balanza de pagos, ya que las variaciones en las valoraciones de los activos se amplifican a medida que aumenta el stock de activos externos. Por último, el riesgo de fragmentación y de una brecha digital mundial es enorme. Los acuerdos regionales para liquidar el dinero digital podrían proliferar, impulsados por el deseo de autonomía de los países. Tales arreglos podrían convertirse en instrumentos de fuerzas e intereses geopolíticos —para evitar o imponer sanciones bilaterales— y podrían limitar la convertibilidad de la moneda. Sin embargo, también hay oportunidades. El dinero digital podría aprovecharse para fomentar la integración y la interoperabilidad de los sistemas de pago. Se deben explorar nuevas soluciones, como plataformas multilaterales de liquidación y cambio, así como normas o principios comunes para el diseño de dinero digital para facilitar los pagos transfronterizos, como los flujos de remesas, que son esenciales para muchos países de bajos ingresos. El FMI está trabajando activamente con la comunidad internacional — países miembros y otras organizaciones internacionales — para defender la integración de los sistemas de pago y oponerse a su fragmentación. El FMI jugará un papel clave en la nueva era del dinero digital. La organización fue creada para promover la cooperación monetaria internacional y supervisar la estabilidad del sistema monetario internacional, así como contribuir a la estabilidad económica y financiera de los países. El dinero digital debe regularse, diseñarse y proporcionarse de manera que permita a los países mantener el control sobre la política monetaria, las condiciones financieras, la apertura de la cuenta de capital y los regímenes cambiarios. Los sistemas de pago deben integrarse cada vez más, no fragmentarse, y deben trabajar para ayudar a todos los países a protegerse contra una brecha digital. Queda mucho por hacer, pero las oportunidades son inmensas, en la medida en que los riesgos se gestionen con cuidado. La clave para construir un futuro mejor es la cooperación, entre los sectores público y privado a nivel nacional y las autoridades y organizaciones nacionales a nivel internacional. El FMI, con su composición casi universal, está dispuesto a desempeñar su papel en este trascendental esfuerzo.