“Mujer, mujer divina… tienes el perfume de un naranjo en flor / el altivo porte de una majestad…”. Cuando el flaco de oro, Agustín Lara, compuso el bolero “Mujer” en 1929, faltaba mucho para que, en México, se reconocieran los derechos políticos de la mujer. En ese tiempo, en un país machista por antonomasia, era lejano “darle” a la mujer el derecho a votar, mucho menos, a gobernar. “Mujer alabastrina, /eres vibración de sonatina/ pasional”. De los dientes para afuera, en la Constitución de 1917, se reconoció la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. El 17 de octubre de 1953, el presidente Adolfo Tomás Ruiz Cortines, promulgó la reforma constitucional en donde se reconoció el derecho de la mujer a votar y aspirar a cargos de representación popular. 70 años después, en nuestro surrealista y violento país, tenemos a dos mujeres quienes, extraoficialmente, son candidatas a la presidencia de México. Fue Nueva Zelanda, en 1893, el primer país en “conceder” a la mujer el derecho a votar, seguido por Australia, en 1902. En 1906 se reconoció el voto a las mujeres en Finlandia, en 1913 en Noruega, en 1915 en Dinamarca; en 1917 en la Unión Soviética, 1919 Alemania y, en 1927 en Uruguay, primer país de América Latina en reconocer el sufragio femenino. Excluyendo a ciertas razas y estatus, Canadá, reconoció el derecho al voto femenino en 1916. Estados Unidos lo reconoció en 1920 pero, hasta 1965, pudieron votar libremente los afroamericanos y latinos (mujeres y hombres). Otros países: España 1933. Chile 1934 (para elecciones municipales) 1949 (elecciones presidenciales y parlamentarias). Argentina 1951. Y, México, un día como hoy de 1953. La primera vez que la mujer mexicana ejerció el sufragio fue en 1955. Primer presiente en América: La argentina María Estela Martínez de Perón, en 1974. En El Reino Unido: Margaret Thatcher, en 1979. Aunque entramos tarde al liberalismo y al sistema democrático mundial, el año que entra, tendremos por primera vez en México una mujer presidente.